Via Escènica 2025, cuando el arte nace entre vecinos

Según leemos en la web de valenciateatros.com. Bajo el sol cálido de julio, diez municipios de la provincia de Valencia se transforman en talleres vivos, en escenarios abiertos donde la creación artística se funde con la vida cotidiana. En Alaquàs, Alboraia, Aldaia, Alfafar, Almussafes, Alzira, Benifaió, Foios, Quart de Poblet y Rafelbunyol, el teatro, la danza y la música no solo se ensayan: se comparten, se discuten, se piensan y se sienten junto a los propios habitantes.

Así arranca la quinta edición de Via Escènica, un proyecto de residencias creativas vinculado al Russafa Escènica – Festival de Tardor, que propone una nueva manera de hacer cultura: desde dentro, con la gente y para todos. Lejos del concepto pasivo del espectador, esta iniciativa invita a los vecinos a participar activamente en los procesos de creación escénica. Son ellos quienes, cada año, abren las puertas de sus pueblos y también las de su memoria, su imaginación y su sensibilidad.

A lo largo del mes de julio, diez piezas breves –seleccionadas entre decenas de propuestas– comienzan a cobrar vida en espacios no convencionales: un salón de actos, una plaza, una sala vecinal o incluso un paseo por el pueblo. La creación artística ya no es un misterio inaccesible: se vuelve cotidiana, compartida, viva.

Algunos vecinos se inscriben en los llamados Grupos de Observación, pequeños colectivos que acompañan a los artistas durante la residencia. Asisten a sesiones de mediación, opinan, dialogan, incluso inspiran. En Rafelbunyol, por ejemplo, el proceso creativo comienza con un paseo en el que los participantes comparten recuerdos personales sobre espacios del municipio. Esas memorias se convierten luego en material escénico, en carne poética para la obra Remembrança de Elisa Matallín.

En Alfafar, la danza se entrelaza con las voces de la tercera edad en Dolores, Remedios y Consuelo, una pieza que crece gracias al testimonio de personas mayores implicadas en programas de bienestar social. Y así, en cada pueblo, el arte se adapta, se impregna del entorno y dialoga con la comunidad.

Pero la implicación va aún más lejos. En septiembre, cuando las piezas se estrenen en el festival Russafa Escènica, cinco vecinos de cada municipio viajarán a València para verlas todas —menos la que ellos mismos han vivido desde dentro— y elegir dos que se programarán en su pueblo en 2026. La ciudadanía se convierte entonces en programadora cultural, aprendiendo a valorar no solo lo que les emociona, sino también lo que puede enriquecer al conjunto de la comunidad.

Los artistas también crecen. Algunos son nombres consolidados de la escena valenciana, como Amparo Vaya, Iria Márquez o Mertxe Aguilar, que aprovechan esta oportunidad para explorar nuevos formatos o conectar con otros públicos. Otros, como Marta Sofía Gallego, Ángel Lara o Paula López Collado, son voces jóvenes que encuentran en Via Escènica una plataforma de libertad, riesgo y aprendizaje mutuo.

Diez creaciones –desde el teatro de texto a la autoficción, del teatro de objetos al micromusical, de la danza al humor más afilado– conforman este ecosistema plural y descentralizado. En Sapiens, Mertxe Aguilar reflexiona con ironía sobre nuestra evolución como especie; en Two girls one cake, dos creadoras jóvenes se enfrentan con ternura y sarcasmo al vértigo de hacerse adultas; en No-Diva, Marta Estal mezcla ópera, comedia y autobiografía en una pieza tan lírica como punk.

Via Escènica no es solo un proyecto cultural. Es una forma de entender la creación como acto colectivo, como diálogo, como experiencia compartida. Es una escuela sin pupitres donde se aprende viendo, haciendo, opinando y escuchando. Es también una resistencia: al centralismo, a la burocracia lenta, al olvido institucional. “La vida cultural no puede parar para esperar a las administraciones”, señalan desde la organización. Y por eso siguen adelante, con más compromiso que recursos, confiando en la fuerza del arte cuando se construye entre todos.

En septiembre, cuando las luces se enciendan sobre los escenarios efímeros del Russafa Escènica – Festival de Tardor, lo que veremos no serán solo espectáculos: serán los frutos de un verano de encuentros, de historias compartidas, de cultura hecha desde abajo.

Y, quizás, el verdadero espectáculo esté ocurriendo ya, ahora mismo, en una sala vecinal de Benifaió, en una caminata por Alzira o en una conversación en la plaza de Quart de Poblet, donde un vecino y un artista se escuchan por primera vez. Donde la escena empieza.

Fuente y ampliacion en la web de valenciateatros.com

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